Una forma de vivir
- sangresudoryhierro
- 16 abr 2019
- 2 Min. de lectura
Entrenar 5 o 6 días a la semana. Comer a la perfección. Estirar. Leer, estudiar y aplicar sobre este campo. Descansar. Tantas y tantas acciones que juntar en una coctelera hacia el éxito en este deporte. Y no sólo para triunfar a nivel profesional. Ese es el nivel mínimo de sacrificio que implica este deporte para poder conseguir cosas sólo a nivel personal. A nivel competitivo, multiplica eso por 3.
Pocos, muy pocos deportes exigen de unas sinergias tan marcadas para obtener un resultado. El culturista vive 24 horas por y para su deporte. Porque esta no es una disciplina que exija que unas pocas tareas se hagan de forma increíble. Pero si te pide paciencia, constancia, y la suma de pequeñas cosas sencillas llevadas a la perfección. Y digo sencillas porque aplicarlas durante un breve período de tiempo no supone un gran sacrificio siendo sinceros. La diferencia se produce cuando esa monotonía se repite durante semanas, meses y años.
A nivel físico, el desgaste es más que evidente. Pero a nivel psicológico, el sacrificio es duro. Muy duro. Tanto por todo aquello a lo que renuncias poniendo tu meta por delante de tus antojos y caprichos sociales, como por los altibajos con los que hay que lidiar durante una preparación, sea cual sea su fin. Y eso, a quiénes se han enfrentado al espejo, a la báscula y a los hierros diariamente buscando un objetivo, no se lo tengo que explicar.
Quizás sea una simple locura de frikis, que dirán algunos. O quizás sea la locura de aquellos que han convertido la disciplina de un deporte único en su modo de vida. Una vida en la que retarse a uno mismo es la misión diaria de la mente nada más despertarse. Que cada día es la oportunidad de seguir haciendo lo mismo, pero esta vez mejor. Una vida en la que la paciencia es una buena compañera de viaje, pero que muchas veces se baja a mitad trayecto. Pero enfrentarse a uno mismo durante ese momento tan personal como es ir a entrenar da sentido a algo, quizás una locura o a una manera de vivir. La adrenalina se dispara y, en ese momento, sabes por qué haces todo lo demás.
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